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La practica no necesita marketing

La raíz de un suspiro

La práctica no necesita marketing. En India, la enseñanza no busca modernizarse, simplemente es. Se transmite sin nombres marketineros, sin invenciones. Solo el método, como una semilla ancestral que no pide permiso para crecer.

Y me pregunto: en un tiempo donde todo parece una versión de algo, ¿a dónde va el yoga? ¿Todo es un eco pálido, o hay algo que todavía es semilla, que todavía es raíz? ¿Dónde se esconde lo auténtico en este eco constante?

Hoy se multiplican los “métodos” o eso creemos. Son versiones personalizadas de lo ya existente, una etiqueta distinta para lo que ya fue creado. Hoy no hay nuevos Krishnamacharya. La verdad que no. Tampoco hay maestros capaces de crear desde el vacío, desde la nada. Porque un método verdadero no es una combinación de cosas, no es registrar un apellido, ni abrir una escuela.

Crear un método es un acto de renuncia, un suspiro profundo. Es transmitir desde la práctica, desde la experiencia real, desde la filosofía que se encarna en el cuerpo, en los huesos, en el alma. Y lo digo con un dolor que me punza el pecho: lo que hoy llamamos “nuevo” muchas veces es solo ego con disfraz espiritual. Y entonces vuelvo a preguntarme, ¿Cuándo algo es enseñanza real y no solo una secuencia con nombre?

En India, los profesores no dicen que inventaron un estilo. Dicen: “yo practiqué esto con este maestro”. Y lo enseñan. Punto. Eso es Parampara. Esa es la raíz. No hay nada nuevo por crear. Pero hay mucho por sostener...

Lo que se copia se desmorona

Cada vez más personas me escriben preguntando si deberían dejar sus trabajos para vivir del yoga. Hace diez años, esa era una posibilidad. Hoy, con la mano en el corazón, no lo recomendaría.

Y no lo digo para romper un sueño, lo digo como alguien que vivió de esto. Recuerdo cuando di clases en otros países. La piel tirante por el frío de Copenhague, la luz suave del atardecer en Trondheim en Noruega,  filtrándose por una ventana, el olor a sal en el aire de la costa de Costa Rica. En esos lugares, la práctica era la única moneda. No había sellos. No había Yoga Alliance. No había alianzas falsas. Solo había práctica, presencia, experiencia. Y un cuerpo que sostenía la enseñanza. Era una forma de vida, no un negocio. Se sentía como un susurro, no como un grito. Pero hoy todo cambió.

Los profesorados masivos que prometen libertad y éxito no enseñan a ser autosuficiente. No hay estrategia. No hay visión. Solo hay repeticiones licuadas. Copias sin raíz. Se puso de moda parecer yogui, y en el intento de agradar, se perdieron las bases. El silencio se evaporó, los fundamentos se vaciaron.

Lo digo desde adentro: sé que soy parte de este sistema. Fui de las primeras en hacerlo masivo, en abrir las puertas a un camino que antes era más cerrado. Y con los años, vi cómo algo se corrió de eje, cómo esa semilla que plantamos se convirtió en un monstruo de plástico. Veo profesores que se prostituyen en nombre del yoga, por likes, por llenar una sala. Por sostener una imagen que se desvanece al mínimo contacto. Y cuando rascás esa vestidura espiritual, todo se cae. No hay sostén. No hay método. No hay verdad.

Así como se caen los castillos de arena con la marea alta, también van a caer los falsos gurúes. Y los profetas disfrazados de sabios. Pero es muy tentador convertirse en eso, es un vaso de agua en el desierto, cuando uno tiene sed de aplausos. Y del otro lado, la gente busca un maestro, no a su propio maestro interno. Es un roto para un descosido. Un cuento perfecto de juegos de poder. Es mucho más fácil para la persona necesitada proyectar en el afuera una salvación a medida, que encontrar en la oscuridad de su propia alma las respuestas. Una cosa es acompañar, otra cosa es creerse maestro en la modernidad luciendo calzas de Lululemon y sonriendo todo el tiempo por un like.

Entonces, ¿el yogui busca aplausos, o busca verdad? ¿Crea un método para sostener un imperio, o sostiene una práctica que lo atraviesa?

El cuerpo como verdad

Lo digo con sinceridad: el yoga no es magia. La ansiedad y la depresión no se barren con un asana. Tampoco con una cuenta de Instagram. Quienes prometen que el yoga lo cura todo están vendiendo espejitos de colores, y el precio puede ser caro. A veces, muy caro. Tapar una herida con sahumerio puede llevarte a necesitar una pastilla.

Y esto no es una cruzada contra lo nuevo, sino una invitación a llamar las cosas por su nombre. Porque no todo es un método. No todo es una enseñanza. A veces es solo ego bien decorado. Y otras, una estrategia sin raíz.

La enseñanza sin cartel luminoso

Pero todavía existe un camino. Silencioso. Honesto. Lento. Sostenido. Un camino que no necesita marketing. Porque transforma. No todo lo que se enseña transforma. No todo lo que se repite, transmite.

La verdad, susurra. Porque cuando algo es verdadero, no necesita gritar. Respira. Atraviesa. Y se queda.

Si queres saber más sobre mi estilo de enseñanza, formaciones y clases: YOGA CON SELVA 

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